Un
río de emociones, una correntada de entusiasmo y una celebración mundial que se
despidió con su último sapukái fueron parte de los condimentos que permitieron
sentir la explosión de sentimientos que siempre generan Los Alonsitos en la
Fiesta Nacional del Chamamé. Y el domingo no fue la excepción, además de volcar
un espectáculo impactante fueron los encargados de darle un cierre colorido a
una edición especial de la celebración mundial chamamecera.
Como
es habitual, cada vez que el grupo timoneado por Ariel Báez, junto a los
hermanos Marco y Marcelo Roselli Majul, se presenta en el anfiteatro
Cocomarola, el protagonismo en la previa la toman los jóvenes que el domingo
volvieron a cubrir todo el predio en otra noche a lleno total.
Los
Alonsitos es el grupo de mayor proyección nacional e internacional del chamamé,
y eso se siente en sus presentaciones no sólo en Corrientes, sino en todos los
escenarios y festivales que visitan. Lograron armar un concepto artístico,
entre gráficas, fuegos artificiales y musical, que está a tono con los
festivales más importantes de Argentina y eso lo mostraron "en casa".
Tras
una introducción que preparó al público a vivir la intensidad musical en su
chamamé, los tres salieron al ruedo con "El lunes puede esperar", que
cayó como anillo al dedo al momento que se vivía en plena madrugada. Pero antes
de que se desbande el inicio de la presentación, Los Alonsitos propusieron una
brisa de melodías sólo en piano para compartir como una caricia al alma la
clásica obra de Ernesto Montiel y Emilio Chamorro, "Para Villanueva",
en una exquisita interpretación con un destacado equilibrio musical.
"Qué
felicidad es ver nuevamente el anfiteatro Colmado, y de jóvenes, veo chiquitos
bailando chamamé, eso es el futuro para un mundo nuevo", expresaron.
"Pero sin olvidarnos de dónde venimos y de nuestros mayores y este es un
homenaje que le queremos hacer a Los Hermanos Barrios", dijo Marcelo para
que los honores y sentimientos por estos músicos broten en las melodías de
"Mi estrella perdida".
Pero
en el ambiente se sentían esas ganas de todos de bailar algo más festivo y Los
Alonsitos son expertos en mover "las tabas" del público. Por ello
salieron de ese momento sensible e invitaron a "Todo el mundo a
cantar", tema que agitó la platea.
Con
la cancha revolucionada, la "roda" siguió al ritmo montielero de
"Estancia San Blas", que hizo multiplicar de parejas a su alrededor.
Pero también se dieron varios lujos en el escenario, el primero fiel a su
estilo marquetinero, pidieron bajar las luces del anfiteatro. "Y prendamos
los celulares, vamos a hacer una canción y queremos que nos acompañen",
dijo Ariel y esa postal casi romántica tiñó de "estrellas" la plaza
chamamecera para cantar con todos "Eterno amor". Fue una puesta
maravillosa, de las más lindas que se vivió en la Fiesta Nacional del Chamamé.
"Nos
paramos todos porque empieza la fiesta", dijo Ariel para saltar de la
melancolía a zanjar "Ladrillo Bayo", rodeado de disparos de fuego que
propone el grupo en sus presentaciones. Otro de los "gustitos" que se
dieron es hacer bailar a todos en donde se podía, ya que era casi imposible
moverse del lugar.
"Mostremos
al mundo cómo se baila chamamé en Corrientes", dijo Ariel para
desencadenar un enérgico popurrí de chamamés bien macetas que tentaron a todos a
prenderse a la danza. La propuesta salió con versos de Marcelo, "como es
carancho curtido, no le hace nada el veneno. Tiene esa buena costumbre, le
gusta comer lo ajeno", y se inundó el cielo del Cocomarola de sapukái y
todo alrededor fue una fiesta. Los zapateos sacudieron el piso del anfiteatro
con clásicos como "Tacurú", "El Burro",
"Caraícho" y "Caballo bayo", temas que hacen imposible no
querer bailar.
Cambio
de ritmo, de aire y de estilo y con una gráfica colorida llegó el momento de
canciones que son más características del grupo como "Ay, amor",
"Un chamamé y un carnaval", "Dejate", y el conocido
"Viene y vas".
"¿Los
Alonsitos se van?, tiró el locutor como para tentar el bis -como si fuera
necesario- y así sucedió. Los Alonsitos propusieron otro "juego" más
y el concurso de sapukái mundial dio efecto con varios voluntarios que probaron
su talento sobre el escenario mientras sonaba "Lucerito Alba".
La
Fiesta Nacional del Chamamé se despedía con una fiesta intensa y chamamecera de
las manos de Los Alonsitos. Otro bis llegó desde la platea y así comenzó la
despedida, entre fuego y papelitos el público los ovacionó y se sumó a la
última canción con el clásico "Puerto Tirol" que ratificó ese
sentimiento profundo entre los músicos y el pueblo chamamecero, especialmente
los jóvenes. Sin dudas, Los Alonsitos son los que más conocen de esa expresión
que abrazará la próxima edición "Chamamé: grito de identidad", que
volvieron a demostrar en este que duró más de una hora y diez minutos, en que
el público quedó satisfecho, aunque pidiera más.
Valentino subió al escenario y fue el cuarto
Alonsito
"Esta noche hay muchos jóvenes, es impresionante ver a todos acá
adelante bailando y allá atrás también, en todos lados", dijo Ariel Báez.
A esto recordó el comienzo de sus carreras: "Hace 38 años atrás
estábamos en esta fiesta que aún no era nacional y se hacía en el Club
Juventus", dijo Ariel y agregó que "éramos chicos de 8 y 9 años que
jugábamos al fútbol antes de subir, antes no tocábamos una hora, solo 10 minutos
y a las 6 de la mañana".
Esos recuerdos, tiró sobre la mesa el cantante para resaltar la cantidad
de jóvenes que presencian sus shows, pero además para mostrar "la
continuación, el retoño que hoy sube por primera vez a un escenario",
Valentino Roselli de 8 años, hijo de Marcos que subió con su acordeón blanco de
fuelle rojo, casi como mostrando su fanatismo por el club River Plate.
De camisa y pantalón corto, blanco, Valentino mostró seguridad y
confianza a la hora de soltar las primeras notas del clásico tema "Laguna
Totora", rodeado de su papá y sus tíos, daba la sensación que ellos
estaban más nerviosos que "Valen". Fue una postal maravillosa y un
hermoso mensaje que se dio al mundo desde el escenario chamamecero que, como es
habitual en ellos, siempre les dan oportunidades a los chicos.
Eso gustó mucho y desde la platea lo ovacionaron y al grito de
"Valentino" salió un bis para el pequeño. "Definitivamente en la
familia Roselli no va a trabajar nadie", bromeó Ariel, sobre el talento
del pequeño que se perfila a seguir los pasos afortunados de su padre.
Así lo demostró, con ganas tomó por las astas a su instrumento y
repartió ternura con el salvaje clásico chamamé de "El Toro",
acompañado de los versos de su tío Marcelo. Fue un debut maravilloso e
inolvidable para Los Alonsitos y en especial para Marco, quien bromeó que será
dentro de poco el cuarto Alonsito.
Una "selección" de músicos los acompaña
En cada festival que se presentan, Los Alonsitos dejan una muy buena impresión
sobre la propuesta que presentan y además el cariño del público hacia el
chamamé. Pero esto también tiene que ver con el "seleccionado" de
músicos que los acompañan, que completan este círculo perfecto de un show
musical muy bien montado.
Si hubiera un mundial de música, sin dudas parte del seleccionado
chamamecero estaría en las filas de Los Alonsitos. El plantel que forman
incluye en la capitanía a Sebastián Sánchez en guitarra, coros y arreglos,
Jorge Ruiz Díaz en teclados, Ariel Portillo en Batería, Alejandro Montenegro en
bajo y la magia en las manos de Uli Gómez en la percusión.
Cada uno aporta una pincelada de esta colorida sonoridad.